lunes, 19 de junio de 2017

EL HOMBRE DE HUS Por RICHARD PACARD 1 ¿Que sabemos del universo, del hombre y de su problemática complejidad? Nada. A lo sumo especulaciones, y las especulaciones que sabemos de un objeto o de una realidad, o que imaginamos, es la nada infinita. Nuestros conocimientos de la realidad no llegan más allá de nosotros mismos, de nuestro yo intimo, de nuestra propia realidad o nuestra propia cosmovisión. Nuestro espíritu se halla ofuscado y lleno de dudas, en la duda es donde se sumerge la vorágine de las preguntas sin respuestas. Preguntas que no obtienen respuesta, preguntas que surcan el infinito, pero que nadie responde a su llamada. Preguntas que nos hacemos todos, en toda época, edad, condición y lugar. Más la tragedia del hombre es que sus preguntas no hayan la respuesta, y su adversidad doble es por qué en el medio de tanta tecnología, de tanto ordenador, tanta maquina, tanta confusión, no se logra encontrar la verdad. Desde el simio hasta el hombre de la era posmoderna, no se ha logrado encontrar la Verdad y la han buscado una y otra vez con gran desazón, pero esta se escapa de nuestras manos, rehuyendo en todo momento nuestro contacto. ¿Quizás no seamos merecedores de ella? ¿O quizás tal verdad solo exista en nuestra imaginación, en nuestras utopías, en nuestras quimeras, en nuestros sueños? ¿O quizás aún no hemos llegado al estadio necesario para alcanzar las respuestas? Quizás… quizás… quizás… siempre la eterna duda, en todo momento la desazón y la tragedia de nosotros mismos. Quizás nosotros somos lo que hemos construido: rascacielos, maquinas, ordenadores, normas, reglamentos. Si, es posible que nosotros seamos una réplica de lo que hemos creado: cemento y hierro. El cemento que es ya nuestro espíritu y el hierro del que se halla fabricado nuestro corazón. Es posible que esto sea al fin y al cabo la única verdad y por ende la única respuesta. Y sin embargo, el espíritu nos impele una y otra vez a preguntarnos a nosotros mismos: ¿Por qué el dolor? ¿Por qué sufren los inocentes? ¿Por qué nace el hombre y el por qué de su existencia? ¿Qué papel juega la desgracia y la angustia en nuestra vida? ¿Existe Dios? ¿Y si es así cuáles son sus consideraciones o juicios sobre nosotros, y cuáles son sus designios para con nosotros? ¿Hasta qué punto es Dios responsable de tanto desatino y locura como hay en el mundo y permitirlo? Necesitamos respuestas a tanta tragedia, a tanta desazón, a tanto drama. ¡Ah! que terrible drama y disyuntiva la del hombre, pues si la respuesta a la pregunta ¿Existe Dios? es negativa, ¿Qué sentido, pues, tiene la vida? Ninguno. Pues nuestro indeleble destino será errar por la vida y desaparecer definitivamente tras la muerte, tras la desaparición de nuestro “yo” en el transcurso de los siglos, todo lo que hemos realizado tanto individual como colectivamente, como especie, desaparecerá con nosotros y nuestra raza y nuestra civilización se habrá extinguido sin dejar ni rastro, ni constancia de su presencia en la tierra. Y los planetas, así como las estrellas, meteoritos y galaxias seguirán su movimiento a través del espacio sin inmutarse de la desaparición y la extinción del hombre. Allá se van las pirámides de los faraones que se creyeron verdaderos dioses, allá se fueron los que una vez dominaron la tierra, allá se van aquellos que creyeron ser dioses aunque sin Dios. ¡Qué petulancia la de aquellos que una vez se llamaron a sí mismos Seres Humanos! Si esto es la verdad, toda la historia de la redención y todo el contenido moral y ético de las grandes religiones monoteístas han fracasado, han sido un bello sueño, un ideal basado en nuestros anhelos y esperanzas, todo habrá terminado en que nuestro paso por la vida habrá sido una gran mentira, y aquellas preguntas que con desazón nos hacíamos habrán sido grandes deseos por creerse, que existían respuestas a aquello que algún día - la redención- sería posible, y que el ser dioses e hijos de un Dios mayor y encontrar el paraíso perdido seria una realidad. ¡Qué ilusos hubiéramos sido! La vida en sí misma no hubiera sido más que un placebo, un momento de felicidad que en un soplo o tras algún humo se hubiera disipado. ¡Qué terrible aquello que al final de una vida llena de dolor solamente encontráramos la nada! Job hubiera por fin obtenido su respuesta a la gran pregunta. Es interesante la lectura del Libro de Job y conviene que lo leamos, aunque sea brevemente. En él nos encontramos a nosotros mismos, es decir, al hombre moderno. Al hombre que domina el átomo, que ha ido a la luna, pero que no ha logrado conquistar los arcanos de la existencia de la especie, mal llamada “humanidad”. Esta historia del paciente y abnegado Job, cuestiona incluso al mismo Dios, todas las preguntas que se hace Job nos las hacemos –aun hoy- el hombre de la civilización mecanicista. Que todo lo puede, todo lo sabe. Y sin embargo, como dijera Sócrates: “Solo sé que no sé nada”. Ya que la ciencia posmoderna nada sabe, ya que solo se basa en especulaciones y teorías, pero ningún teorema. Y yo como un nuevo Job levanto mi voz y cuestiono a la misma civilización mecánica, construida bajo el cemento y el hierro, faltos de caridad y justicia. Solo moviéndonos al amparo de los viejos dioses paganos, como el becerro de oro Egipcio, o el de Mercurio, o la idolatría Griega o Romana. Dioses construidos por una sociedad rayana en la avaricia, el comercio, el oro, el miedo y la mentira. Desde luego, da miedo vivir en un mundo así. Sin ley y sin Dios; me niego a creer que Dios haya muerto, más bien nos ha abandonado o dicho de otro modo, lo hemos arrinconado al sótano y a las catacumbas de la intimidad. En el mundo de hoy, el mundo de la posmodernidad no es tan diferente como el de la Edad Antigua, cuando recibió en el Sinaí la ley de Dios, solo que se reviste de otras formas e imágenes. Más el hombre sigue siendo el mismo. Es interesante la lectura del Capítulo 1 del Libro de Job desde el versículo 6 hasta el 22, donde se establece el fundamento de toda la causa de las adversidades del justo Job. Las acusaciones que realiza Satán sobre lo que parece ser la arbitrariedad de Dios al conceder tantos privilegios al rico hacendado Job. No en vano Job nadaba en la abundancia y su familia solía realizar grandes banquetes, pero esta superficialidad, Job la anteponía a la materialización de ritos de presentación ante el altar de sacrificios y holocaustos, que el Damion presenta como ritos llenos de engreimiento e hipocresía, puesto que su realización es llevado por un interés material, dado que Dios le concede paz y tranquilidad, al parecer sin merito alguno, a partir de ahí comienza el drama, solamente con leer dicho capitulo se comprende toda la transcendencia del fundamento del bien y del mal. Se nos muestra aquí el Daimon ante la presencia de Dios, en el cual se nos narra lo que parece ser la presentación de los hijos de Dios por un lado y Satán por el otro, en lo que podría ser una asamblea, con lo cual se nos da la percepción de que hay una valoración moral negativa por parte del Mal sobre el justo Job. Y Dios permite que Job sea asediado por las adversidades que lo acechan. ¿Cuál es la causa de todas las causas? ¿Cuál es el origen del Mal y de su lucha contra el Bien? Nuestras actitudes en la mayoría de las veces se basan en la prevalencia de nuestra sinrazón y siempre se supone que el malo es el “otro”, el “otro” es el que se haya equivocado, el “otro” no tiene ningún merito para obtener todo lo que tiene, quizás llevados por la avaricia y la envidia. El odio al “otro” es lo que prevalece, es lo natural en el hombre mecanicista, en el simio. Claro que no intuimos que dentro de este desorden hay un equilibrio, un orden, ya que el Mal es tan necesario como el Bien; la existencia del Mal y su lucha contra el Bien provoca que valoremos y percibamos nuestro lugar en el mundo, y ello nos fortalece. Nos abre la puerta de nuestro centro y alcanzamos la cualidad de la introspección. Ese volverse sobre nosotros mismos nos convierte en que seamos más beatíficos, con esfuerzos, sacrificios y holocaustos nos hace vencernos a nosotros, al “YO” de nuestro centro, personal, intransferible; trasmitirle esa fuerza de la tormenta o del retumbar del temblor de la tierra, de la casa, del bosque, de nuestro espíritu, temblar ante el propio rayo que traspasa el árbol desnudo por el propio invierno. Levantarnos victoriosos sobre el Daimon opositor y batallador, pero al fin derrotado. Es una fuerza titánica, pero no estéril si seguimos en la lucha a favor del Bien Común y la Justicia, lo demás –parodiando a las Sagradas Escrituras- se nos dará por añadidura. Job entablara la lucha titánica a la que nos hemos referido, lucha que no se entablara contra un enemigo exterior, si no contra un enemigo invisible como es el Daimon, el cual lo acusa de utilizar y convertir a Dios, en un Dios utilitario, para que sirva a sus intereses comerciales. Sin embargo, es una guerra que se entabla en el centro de su espíritu y que pone en duda las convicciones y principios de un Dios justo, equitativo y misericordioso. En definitiva, destruye las columnas base de su fe. Por otro lado, el Daimon ponía en duda la misma equidad de Dios, puesto que al privilegiar a Job con todos los bienes terrenales, se le estaba acusando de ser un Dios pagano, arbitrario y parcial, cosa que para Job era impensable. Por esto era necesario la tribulación que sufriría Job, para demostrar que Job era imperturbable en sus convicciones y en su lealtad a Dios y consiguientemente probar que Dios no era como el hombre o el mortal, sino que era justo e infinitamente bueno. De algún modo Job nos representa a todos en su lucha contra el mundo, contra sí mismo y contra Dios, ya que contendrá contra su propio Dios, y hará de fiscal, juez y abogado de la maltratada humanidad. Así de esta manera se sucederá la prueba contra el pobre y atribulado Job. El drama se desarrolla contra sus bienes, sus siervos, su familia, a través de la espada del ejército sabeo, el fuego del cielo de Dios, que abraso a los mozos y a sus hijos, y los caldeos que asesinaron a los siervos y robaron los camellos. Un torbellino que acabo con sus hijos y todos los bienes de Job. Job paso de la abundancia y la fortuna a ser un mendigo en apenas un día. Y de todo este drama surge dentro del mismo Job la gran pregunta: ¿Cómo es posible que Dios sea el consentidor del mal en el mundo? ¿Cómo es posible que haya terremotos y niños martirizados por los propios adultos? ¿Ese Dios al que titulamos como la bondad infinita, como pudo consentir las cámaras de Auchswtz provocadas por el nacionalsocialismo? Dios no ha movido un dedo ante tamaña injusticia. Entonces o Dios no existe o si existe no seré yo el responsable de mi ateísmo. Es lógico entonces la pregunta-respuesta de la mujer de Job: (Maldice a Dios y muérete). Cercano se halla el espejo de los horrores y en él se refleja la noche perpetua, envolviéndole en un instante las tinieblas eternas, de pronto tras esa negrura comparece la muerte que acude vestida de una túnica, cubierta su calavera con sus ansias de cobrarse una nueva víctima, tras ella la peste, la guerra, el hambre y finalmente la muerte, con sus horrores y espantos, más las imágenes de la lujuria, la usura y todo tipo de vileza. La muerte acude ante el deseo de Job de ir al sepulcro, es el Daimon quien ordena a esta visión del espejo de los horrores, de esta forma Job morirá entre grandes pesadillas y terrores nocturnos, invadiéndole el sentimiento de culpa. Más a la muerte le es negada una y otra vez su víctima, negándole a Job su deseo de caer al abismo y al sepulcro. El hombre de Hus se halla desolado, angustiado en sus mismos padecimientos, lleno de sarna que le corroe la piel y añadiéndole las ulceras de Egipto. ¿De qué valen las buenas obras y el ser bueno? Tanto los justos como los poderosos y los corruptos son tratados igual, luego la fe de nada sirve. El hombre de Hus cae en el abismo y fracasa en su propia dignidad. Job se rebela contra la impiedad insoportable del hombre caído en la más horrenda de las tribulaciones, más del carácter desconcertante del Omnipotente y del misterio de la misma existencia, del por qué de la injusticia hacia el justo que cumple severamente con la ley, del por qué el malvado prospera a pesar de su inmundicia; en este libro el hombre de Hus acusa a Yhavé de ser un Dios pasivo ya que permite que el mal en muchas ocasiones gane la partida, la tesis que defiende la tradición, es que la responsabilidad viene derivada de los pecados de los hombres, ya que Dios se ampara en el principio del libre albedrio, principio que yo ataco, no por negar que Dios niegue ese principio, sino que lo ostenta, ya que la elección entre el bien y el mal, ha de ser una cuestión de voluntad y pagar las consecuencias. El libre albedrio es la base de todo caos y conflicto que hay en el mundo y que Dios permite para que la salvación del individuo sea personal e intransferible. Esta es la razón de Yhavé, aunque yo igual que Job estoy en contra de tanta libertad, de tanto desorden. Este libro se convierte así en un proceso contra Dios, y se halla entre los sapienciales, con lo cual el propio Yhavé llega hasta el extremo de verse cuestionado por un mortal, por alguien creado del barro. El hombre pues tiene derecho a contender contra ÉL. Escribir contra el Todopoderoso un libelo de acusación, retando su autoridad. ¿Pero no es más cierto que el mal derivado de un solo individuo afecta a toda una colectividad? (Por uno castiga Dios a un pueblo). ¿O no es más cierto que todos los malvados que surgen de una sociedad, son construidos por esa misma sociedad? Son las consecuencias de los pecados de toda una comunidad. Los políticos corruptos es la semiente de una sociedad corrupta e impía. -2- Con Job es toda la colectividad mundial la que se queja; por cada pecado que cometemos, por cada acto malévolo que materializamos contra la gente, nos lo hacemos a nosotros mismos y es ampliado al resto del ámbito social. El delito de un solo hombre es el de toda la humanidad, aunque esta sea inconsciente de ello. Es al final del libro, en los capítulos finales, cuando Dios intervendrá en su defensa demostrando la insensatez de Job y de toda la humanidad, en desentrañar el misterio del orden divino y lo hace a través de las grandes preguntas, para interrogarnos sobre quien somos nosotros al cuestionar el misterio del Ser de sí mismo (Dios). ¿Cómo nos atrevemos a poner en duda la divinidad y por ende comprender el mundo de realidades superiores? Dios representa una realidad superior a todo, es ÉL superior a todo, es el TODO y ÉL todo lo comprende y el TODO comprende a la parte, pero esta no comprende el TODO, esta es la única realidad de la cual debemos estar seguros, no dudar en absoluto de la existencia de un Ser superior a nosotros mismos, contenido –sin embargo-, en nuestro interior, pero negados a la inmortalidad. De ahí que el orden inmortal nos sea incomprensible. Comprendemos el deseo ferviente de Job de caer en el sepulcro ante la adversidad; el dolor produce una desesperanza insoportable, el discurso de Job ante la adversidad y la tribulación así lo expresa de manera admirable, y de una belleza espiritual profunda e inescrutable, demuestra el dolor de toda la gente de la tierra, a través de un solo individuo, por él su sufrimiento es universal y atemporal. Todos en algún momento somos como Job, su desgracia es nuestra desgracia y esto es universal entre los otros que son diferentes a nosotros, aunque en lo básico somos iguales; hasta que no comprendamos que todos somos guardianes de todos y que el sufrimiento de uno es el de la colectividad, la sociedad seguirá produciendo maldad y malvados. La cruenta realidad es que todos somos culpables y nadie es inocente. La crisis mundial que sufre nuestro siglo es la consecuencia directa de una honda crisis espiritual, que invade como un cáncer todo ámbito político y económico, tenemos más pero nos sentimos insatisfechos, y deseamos todo aquello que tiene nuestro vecino más próximo, intentando de un modo desesperado emular al que es más rico, más guapo, más exitoso, por decirlo de alguna manera. Más seguimos sintiéndonos insatisfechos. Nada cubre el vacío espiritual de antaño. Nada material es capaz de hacernos sentirnos felices, al contrario nos produce más desazón. El discurso de Elifaz de Teman nos lo dice claro, ningún hombre es justo ante Dios, Dios es recto y justo y nuestra felicidad hunde sus raíces en que Dios vuelva a nosotros. Hace tiempo que Dios nos ha abandonado ante nuestra impiedad e indiferencia hacia el “otro”; la usura de los bancos, la rumorología y el mismo capitalismo es el mismo anticristo, Dios denosta y condena la civilización mecanicista de la posmodernidad. La historia implacable está demostrando de manera inconmensurable que se nos está juzgando por lo que ya hemos sido, no por lo que somos, por nuestros pecados de antaño. Estamos siendo condenados. A nuestra civilización le está llegando su hora. Se lamenta Job de su suerte y siente un dolor profundo que desgarra su espíritu, sus convicciones se desquebrajan ya que Dios no le aplasta, de manera que no pone fin a su alma. De la misma manera reprocha a sus amigos la incomprensión por defender a Dios antes de tener caridad o comprensión por la tribulación de su amigo. Llevado por la desesperación y el pavor hacia la muerte por un lado y su dolor; por sus contradicciones, las cuales le llevan a elevar una oración al mismo Dios, en el cual le manifiesta lo absurdo e incomprensible del sufrimiento. La paz y la calma de espíritu de la que antes gozaba ya no la recuerda, Job ha envejecido noventa años en apenas dos meses. Se duele de la indiferencia de la gente, de la soledad y la frialdad del mundo. El discurso de Bildad es poco imaginativo y es una repetición de las ideas expuestas por Elifaz de Teman, como por ejemplo que Dios no rechaza al inocente y que la justicia de Dios se materializa en la tierra; parte Job en su debilidad, llevado por unos nervios desquiciados, que le lleva a repetir lo que ya ha oído de sus amigos, nadie puede justificarse ante Dios al mismo tiempo que reivindica su inocencia, el dolor le obliga de forma inconsciente a reafirmar su fe a pesar de que juzga que el abandono de Dios en la amargura es totalmente injusto, aunque lleno de dudas y aún con la fe muy debilitada, con palabras aún incoherentes, el dolor se convierte en la catarsis que todo hombre siente a lo largo de una gran tribulación. ¿Es así como Dios limpia nuestras impurezas y nos transmuta en un nuevo ser más cercano a la luz? Es el fuego en el que tenemos que adentrarnos, traspasarlo y arder destrozándolo todo pero sin convertirse en cenizas, destruir para construir, un espíritu fortalecido para vencer al mundo. Es el misterio del encuentro con aquel que todo lo ve y todo lo puede. Es la lucha entre lo divino, lo eterno contra lo efímero, contra la mortalidad, de esta contra la inmortalidad. El hombre ha de perderlo todo para ganarlo todo. Ha de saber lo que es la tribulación para admirar lo insondable. Ha de adentrarse en el centro del dolor para comprender al otro en su aflicción, este es el gran misterio desvelado que Dios le quiere enseñar a Job, y que este no logra comprender. A través del libro de Job se nos transmite una gran lección y es que cualquiera que seamos azotados por miles de aflicciones somos Job. Por pequeña que sea nuestra aflicción o dolor, somos Job. He ahí la grandeza del libro de Job. Quizás todos tengamos que tener nuestro calvario y nuestra cruz para sufrir la muerte cruenta, el sacrificio del inocente, la subida del cordero, para al final recibir la recompensa de la gloria. Pero Job aún está a estas alturas muy lejos del sacrificio final. Aún no ha encontrado la luz. El encuentro cara a cara con su Dios que le facilitara la comprensión del Ser frente al mundo, del Ser frente al mismo Dios. Cuando lo encuentre el dolor sucumbirá ante la luz. Y la victoria le revestirá de la túnica blanca. Popularmente hablando el acto del temor de Dios podría presentar a Dios como un Dios terrible y vengativo, más las Sagradas Escrituras nos presenta tal atributo como un privilegio que concede Yhavé Dios. En la “BIBLIA DE JERUSALEN” en el Génesis 20:11 a quien teme Abrahan es a los hombres encontrándose como situación de pánico, pero él siente el temor de Dios como un factor de tranquilidad y paz frente al peligro y la adversidad. El temor a Dios será recompensada (Génesis 15:1-11) con el encuentro con su Dios, el cual lo recompensara con su engrandecimiento y protección, más cuando falta el temor de Dios y caminamos según las pasiones, como lo estamos viendo en este siglo, (Civilización mecanicista) como el ardor por la sensualidad, el amor a la codicia y a los bienes de los demás (Comercio y Capitalismo) y la fragmentación en todos los ámbitos, es cuando marca el fin de toda civilización, de toda sociedad. Toda esta teofonia es la falta de la capacidad de introspección de la cual se constata la negación de toda virtud, especialmente de la caridad. Y como no, en nuestros tiempos, tiempos difíciles y faltos de espiritualidad, la mundanidad ha arrastrado a la propia Iglesia, sirviéndose en innumerables ocasiones de prácticas monetarias neocapitalistas, más propias de una empresa capitalista que de su misión de servicio a los pobres, olvidando así el espíritu evangélico. Dando de esta forma la espalda al mensaje de rescate de la humanidad, predicado por Jesucristo, e imitando a las estructuras de poder, convirtiéndose de dicha manera en una oligarquía al servicio de la burguesía. En Daniel 10:12 se muestra como EL le protegerá y ayudara de todas las tribulaciones, es como un escudo protector que Dios concede cuando se camina en el temor de Dios. Es por lo tanto el deseo de ese temor de Dios el instrumento que nos obliga a andar por sus senderos los que atraen de forma indefectible la protección de Yahvé. Igual que en tiempos de Daniel o en los actuales tiempos la falta de temor de Dios, más la falta de caridad, abre las puertas a todos los males que vive el presente mundo: cada día hay más personas solas en nuestra sociedad, viviendo en soledad e impotentes ante la situación de crisis material e espiritual, gente que se halla enclaustrada, aislada, habiéndose convertido en una nonada, faltos de relaciones sociales, ya que sus familiares han muerto, o están también aislados, inconexos los unos de los otros. Las instituciones solamente dan paliativos, parches a una situación existencial, pero dichos programas de ayuda e inserción no son permanentes e indefinidos, adoleciendo de poca durabilidad, cuando son situaciones permanentes e irreversibles. Son las víctimas del sistema capitalista, los parias del sistema, la prueba fehaciente de una estructura corrompida y dominada por las elites económicas y políticas, las fallas de una superestructura que margina a los excluidos, que solo los atiende por miedo a una revolución que pueda romper y sucumbir la gran estructura, no por caridad. Las numerosas fundaciones y ayudas que concede el sector privado tienen como objetivo adquirir la concesión de las numerosas subvenciones que conceden los estados nacionales, ellos no temen a Dios, si no al temor de un colectivo que bien organizado pudiera dar la vuelta a la situación, creando las condiciones necesarias para el triunfo del comunismo. Algunos podrán también utilizar como parapeto sus convicciones católicas, intentando engañar a Dios, pero Dios no se deja sobornar por las modas, los sistemas políticos y mucho menos por el dinero, nos conoce demasiado bien. Yo personalmente no tendría miedo al triunfo del comunismo, pero si al silencio de Dios. El silencio de Dios nos dice más que todo un discurso político. Más que todo el ruido del mundo. Si el mundo se detuviera un instante y escucháramos el silencio, quizás entonces al mirar el cielo comprenderíamos que Dios nos está diciendo más que si hablara con su voz profunda y omnipotente. Más que cualquier serie o programa de televisión, entonces veríamos a muchos Job, no uno sino millones, y ello nos tendría que hacer reflexionar. Quizás escucharíamos los susurros y el discurso de los innumerables Job, son discursos llenos de desesperanza, este mismo discurso es un Job de los muchos que hay. Entonces descubriríamos horrorizados cuánto dolor y sufrimiento estamos infligiendo a gente que ya no le queda nada. Cuantos crímenes se están en este momento cometiendo en nombre de un progreso y de una libertad amparada no en la caridad, sino en el interés y el egocentrismo. Nos horrorizaríamos de nosotros mismos. Este mismo Job, una gran muchedumbre con sus discursos, están elevando hacia Aquel que lo ve todo y lo oye todo, una gran oración universal, y a pesar de su variedad de problemas y angustias, tienen un denominador común: La indiferencia y la falta de caridad. Dios escucha en silencio. El triunfo del comunismo es el resultado de estos crímenes en nombre del becerro de oro. En nombre del capitalismo Darwiniano y salvaje. El capitalismo es el anticristo, el comunismo vendría a ser como el pago por nuestra indiferencia y nuestros pecados, sobre todo para los ricos. Dios y el capitalismo son incompatibles. Job rechaza de manera agresiva y meditabunda la soberbia de sus amigos, al querer saber más acerca de toda la ciencia en lo relativo a Dios, como si ellos tuvieran la clave de todos los designios de EL, de autoproclamarse abogados, defensores y protectores del Señor, de ser ellos los que poseen toda la sabiduría humana y divina; de esta forma Job reafirma en sí mismo una vez más su fe en Yhavé; de esta manera concede una significación especial a su rebeldía, la cual no es de cuestionamiento del Omnipotente, si no que Job convierte su rebeldía frente a Dios en una oración al Altísimo, constatando el poder y la sabiduría de este último no creyendo que el Hacedor sea indiferente a su dolor y sufrimiento, creyendo en su interior que este no le ha abandonado y que toda esta tribulación es una prueba que obedece a un propósito o fin superior. De modo que una vez más Job saca fuerzas de su debilidad; lo cual demuestra que el proceso de introspección se halla en este momento en todo su apogeo, quizás debido a sus horas de soledad y meditación, de rumiar y ver los problemas que le acechan con una nueva perspectiva, desde diferentes ángulos, Job no deja por ello de rendirse, sigue defendiendo su integridad e inocencia ante Dios, el cual demuestra su faz terrible en las presentes circunstancias; ya no es el Dios misericordioso, ni representa la bondad infinita, es más un Dios arbitrario, parcial e injusto. Aún así, Job defiende ante sus amigos a Dios, mostrándoles que el Señor no necesita abogados que hipócritamente le defiendan y de esta forma Job acaba defendiendo a Dios ante los precursores de los futuros fariseos, promoviendo la tesis de lo dicho más arriba, (defendiendo a Dios), recordándole a este que a él también lo creo del barro. Sin embargo, a pesar de ser acosado por ese Dios terrible e injusto, entrega su causa al Dios de Abrahan, Jacob e Isacc, el que libero a los esclavos hebreos del poder del Faraón de Egipto y abrió el camino a través de los mares, hasta la consecución de la libertad. A Dios le gustan las paradojas, pero es necesario probar ante el Daimon que Job no es un privilegiado celestial que se halla tan protegido pero sin mostrar merito alguno, si Job pierde la prueba, significara que Yahvé es un Dios parcial y que como los hombres Job seria un favorito sin ningún merito ni sacrificio. Si triunfa significara que Dios lo eligió con la razón de haber tenido ante su presencia sus meritos y sacrificios. Triunfaría la Justicia, el Honor y la Verdad. De todos modos sus amigos a través del discurso de Elifaz le increpan de sus acusaciones contra sus consejos y contra Dios. Mostrándose con esto representar al partido o bando que defiende a Dios, mientras acusan a Job haber sido injusto. ¿Pero quién son ellos para declararse del partido de Dios y acusar a Job? ¿Quiénes son ellos para formar un partido que defienda a Dios? ¿Quiénes son estos que se declaran amigos de Dios y de Job, usurpando la autoridad de EL y sentenciar a Job? ¿Acaso saben lo que piensa y siente Job? ¿Cómo pues se atreven a juzgarlo? ¿Acaso Dios les ha revelado o inspirado los misterios que encierra el orden divino y el mortal? No solamente son soberbios y atacan a Job sino que posiblemente lo hayan envidiado en su corazón cuando este vivía tiempos de bienaventuranza, en este momento, en esta tribulación, vienen a regozarse en las desgracias del miserable Job, que se merece todo lo que le ocurre por ser pobre y miserable, así piensan los burgueses y la gente de orden, así piensa el capitalista, así piensan los ricos. Así pensaban los fariseos, así piensan los hipócritas de ayer y de hoy. ¿Cuál ha de ser la actitud que hemos de mostrar frente al dolor y la tribulación? Deberíamos mostrar acatamiento ofreciendo nuestros dolores y sufrimientos como ofrecimiento a los demás, como sacrificio expiatorio de nuestros delitos y faltas; el sufrimiento, la tribulación ofrecerán un debilitamiento de su fuerza, es como un triunfo del espíritu sobre la materia, de la túnica blanca sobre la carne, he visto muchas veces mitigar una enfermedad o dolencia a través de una oración de expiación, misterio que la ciencia aún no es capaz de determinar el proceso de transmutación de energía que se regenera a través de ella, que no dura más allá de diez minutos. Job hubiese podido gritar lo mismo que en un futuro aún lejano alzara con su voz Jesucristo en la cruz: (Señor, Señor, ¿Por qué me has abandonado?). A través del libro de Job aprendemos que a Yahvé Dios hay que verlo desde distintos ángulos, que divergen entre sí creándose una yuxtaposición y ofreciendo una misma faz, la del Dios terrible que concede licencia al Daimon para que haga con Job lo que bien le pareciera, con un solo limite, el cual es que preserve su vida y que no le lleve al sepulcro. Por otro lado se presenta el Dios que lo protege en el infortunio, ya que Yahvé Dios cree en la lealtad de Job, cree en su victoria final, pero es Job quien tiene que luchar contra su tribulación, (*) es él quien tiene que ser el protagonista del drama, sin la ayuda divina, en este sentido podríamos decir que se produce el abandono de Dios hacia su criatura: El misterio del abandono por parte del Señor hacia su elegido es insoportable e incongruente para la lógica humana, la cual no logra comprender como Dios abandona al mismo Cristo en la cruz, o anteriormente como abandona al justo Job en su dolor y sufrimiento. Y sin embargo Dios sigue presente en ese vacío, en ese dolor, en el herido y el samaritano que recoge lleno de caridad y piedad al que se haya casi moribundo, en la mujer adultera que es casi apedreada. En multitud de ocasiones y circunstancias llenos de dolor, tribulaciones y desgracias, si, Dios se halla en medio de los padecimientos del Jesús que muere por culpa de la perfidia y maldad del hombre. Jesús en medio de un dolor intolerable, su humanidad le lleva a gritar: (Señor, Señor, por qué me has abandonado) pero al frente de ese dolor, de esa desgracia que representa la muerte, se halla la divinidad de Jesús al entregarse de manera valiente al Dios-Padre, ya que sintiéndose morir grita: (En tus manos entrego mi espíritu) al final inclina la cabeza a la derecha y muere. No hay muerte más gloriosa y digna que la de Cristo, por desgracia Job no tiene el ejemplo del ungido. Jesús se halla muerto y los elementos de la naturaleza se desatan, se materializa el dolor por la muerte del Hijo de Dios, la naturaleza llora y las tinieblas suprimen la luz del sol, se ha declarado el luto divino. No hemos de olvidar que a los tres días Dios-Padre alza de los muertos al Cristo, lleno de gloria y majestad. ¿Tendrá Job la misma suerte? Cuan denigrante y cuanto odia Dios la hipocresía de aquellos que se creen creyentes, puros, elegidos, sin serlo. Job es justo incluso cuando interpela al Señor, en su condenación del acto de un Dios terrible se halla su reafirmación, por qué al entregar a Dios la causa de su inocencia, al confiar en Dios como Juez Supremo ya está ganando la gloria del sacrificio. Los amigos de Job representan en este relato –como ya hemos dicho en las páginas precedentes- la indiferencia y el desprecio hacia los pobres, estos simbolizan el mundo. Job representara a los miserables, con sus inquietudes, tristezas y sufrimientos, por la tribulación en contraposición de la felicidad perdida, como contrapartida del paraíso perdido. Job incólume al desaliento, a pesar de las caídas y afrentas sufridas, vuelve a suplicar a Dios, buscando fuerzas en su “yo” interno e intransferible a que atienda su causa y pone su confianza en Dios, aquel Dios que le ha olvidado y el cual le vapulea mostrándole la faz más terrible. A pesar de ello, Job espera en su piedad o misericordia. ¿Ante tanto valor y confianza en que Dios restablecerá la Justicia, permanecerá este indiferente ante tanta fe en el medio de innumerables desventuras? Job no haya ninguna respuesta, cae rendido ante la risa burlesca de sus amigos, en su espíritu lleva la zozobra. Se vuelven a repetir hasta el astio las mismas preguntas sin respuesta, ¿Por qué los malvados, los Anti-Dios gozan de bienestar y se divierten al ritmo de la música? ¿Porque la muerte arrebata con igual suerte al rico y al pobre, cuando este ultimo haya sido la victima del primero? El mundo seguirá prejuzgando algunos aspectos contra Job, para sus amigos la sentencia de Dios es justa, a Job le es arrebatado todo bienestar y felicidad por Dios ya que se merece el castigo. Interpretando, así mismos lo que Dios piensa, pero son únicamente especulaciones, ya que para Dios Job es justo. Se entabla juicio contra Dios y la pureza de Job sale triunfante, el Señor en un dialogo lleno de sabiduría, le marca finalmente la necesidad de aceptar el misterio. Pero la rendición de Job ante el Altísimo es en sí misma una victoria. Dios y Job se encuentran, dialogan y salen victoriosos. Quienes salen derrotados son los amigos de Job. La victoria de Job es la victoria que sostendrán a lo largo de los siglos, aquellos que miran al cielo con esperanza en el Señor, y en su diario batallar vencen al mundo. El mundo es derrotado por el misterio de la divinidad, al mismo tiempo que los innumerables Job de este mundo se les otorga el laurel de la victoria. Dios restableció hasta el duplo de lo que anteriormente poseyera el justo Job y bendijo sus postrimerías. Murió Job anciano y colmado de días. Esto nos enseña que es posible hallar esperanza allí donde no hay más que desesperanza, que el orden mortal y el divino, deberán que restablecer la armonía perdida, que la civilización mecánica caerá irreversiblemente por falta de cooperación. El viento huracanado creado en las profundidades del Océano Primordial, hará que desaparezca las obras de los ricos, el capitalismo será finalmente derribado. La palmera vera erguida e inconmensurable a los ojos los esclavos. La citara y el arpa será la señal de un nuevo orden, Dios nos impedirá caer en el abismo, por qué nos hallamos cerca de EL, Dios está escuchando al oprimido; los suspiros, angustias y depresiones están llegando al cielo. Los Job del mundo tendrán que entregarse a la justicia de Dios, dejarse llevar, abandonarse en manos de la providencia, para acto seguido cumplir su destino: El rescate de los oprimidos. El torbellino se forma de forma súbita, el bramido del mar más el ascenso de las olas, nos muestra el poder majestuoso de la profundidad del ser. El viento empuja al mar y traspasa los muros de contención de las costas, el reino de las sombras, los nativos serán despertados y antes de todo ello hemos de asistir a la caída de Babilonia. El caballo rojo arrasara a todo viviente y el hipopótamo con todo su poder brutal y destructivo acabara con la civilización. El dragón aparecerá del Océano Primordial, acto seguido surgirá la peste que mandara al abismo a una gran muchedumbre. Después de todo ello amanecerá un nuevo sol y comenzara una conversión que alcanzara a todo el orbe, desde Occidente hasta Oriente, será como un nuevo despertar en todos los ámbitos de la vida. El pensamiento humano cambiara de forma y contenido. Dios recompensara a los que resistan la gran tribulación, que será como jamás la ha habido, el sol traerá consigo un despertar espiritual, surgido del dolor que ha provocado el ya fenecido orden global. Habrá familias numerosas y el límite de la vida habrá al infinito y entonces la humanidad se dará cuenta de que Dios es Dios. Domingo, 28 Mayo 2017 CONSULTA BIBLIOGRAFICA: 1. Se recomienda la lectura del Libro de Job 2. Job y los sabios. José Mª Cabodevilla 3. Respuesta a Job. José Jiménez Lozano (Job 2:9) 4. Los sabeos son los habitantes de Saba, 5. Biblioteca de autores cristianos 6. Deuteronomio 28:27 7. El libro de Job, o la lucha del misterio. J. Alonso Díaz, S.I. 8. La Biblia de Jerusalén. (Génesis 20:11)-(15:1-11). 9. La civilización mecanicista está vinculada al triunfo y a la muerte del capitalismo dawirnista. A la caída y la desaparición de la clase media y a la pérdida de derechos de los trabajadores. La tecnología sin ética ni moral es una amenaza para la paz mundial. 10. (Daniel 10:12) 11. El temor de Dios y la sabiduría del libro de Job. Dom. J. Golpstain. 12. Las lamentaciones (4:21) sitúan el país de Hus en Edom. La tradición más común precisa aún más: en los confines de Idumea y de Arabia, aunque el historiador Flavio Josefo la sitúa en Hauran (Siria; al este del lago Tiberíades), donde Uz, hijo de Aram, hijo de Sem (Gén. 10:23), había fundado Damasco. Us, Uz y Hus podrían ser una misma palabra; sin embargo, los textos no nos ofrecen ningún dato que permita confirmar esta tradición.

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